Alfons Borrell Borrell

Citando palabras textuales de su querido Joan Brossa, "Hacia la poesía, no sólo se le va la lengua". Borrell juega con los versos de Artur Rimbaub y los tonos románticos. Paul de los Prados, los rebaños ... una vez más la naturaleza vuelve a ser protagonista indiscutible de la pieza pictórica de Borell. Las tinturas empleadas, no esconden ni ocultan ningún misterio más allá de la pintura. De nuevo, el pintor utiliza colores puros, la sencillez está basada en la elección de primarios o secundarios, éstos no han sido agrisats, sino aplicados mediante veladores y transparencias, que una tras otra, superpuestas, otorgan profundidad a la pintura de Borell. La luz, los tonos, son fruto de la espontaneidad del pintor, que entiende la pintura, tal como un fenómeno propio de la naturaleza.

La música, la pintura o la poesía no son algo que pasa desapercibido a la obra de Borrell. Tal y como el artista lo concibe, necesitan involucrarse con la vida y la historia de cada individuo y juegan un papel muy significativo en nuestro temperamento. Y, cercanos, esputos, arroyo de los labios sensuales. En los arrebatos o en las pasiones penitentes. Versos del poeta Arthur Rimband que Borrells escenifica con la abstracción y colores pasionales. Una manera de sugerirnos el recuerdo más directo. Esta abstracción nos adentra en el mundo de Borrell, plagado de emociones plasmadas en sus composiciones artísticas.

La percepción en la apertura en esta pieza nos recuerda a la inmensidad del mar. La naturaleza, eje central de muchas de las obras de Borell es explicado a través del color. Un claro ejemplo en el que el color ya no se manifiesta como un atributo o accidente sino que se convierte en la categoría de sujeto y sustancia. Los tonos románticos empleados nos evocan una sensación de profundidad y al mismo tiempo claridad, vuelto de nuevo al binomio de presencia y ausencia. Obras de este tipo nos evocan a un estado donde contemplamos una imagen aparentemente estática pero llena de movimiento que parece escaparse.

Bajo los paraguas de apertura y desbordamiento reúne obras que se definieran por un movimiento de apertura hacia la naturaleza y sus resonancias. En la obra de Alfons Borrell podemos encontrar la constante lucha sobre el deseo y el terror, donde siempre van de la mano como elemento de nuestra existencia. Caracterizado por estos atributos, Borrell deja constancia de que la materia excede los límites que la tela y el papel imponen. Es de esta manera como sus obras ejemplifican la libertad pictórica dentro de su inmensidad.

Alfons Borrell es posiblemente uno de los últimos ejemplares de pintores que se dejan guiar por la intuición a la pintura en nuestro país. Un ejemplo de ello son cuadros como este que no buscan ninguna explicación determinada sino que cualquiera pueda extraer su propia. El rojo, azul y negro, colores que nos pueden evocar conceptos muy diversos, polos opuestos que los une un mar translúcido. Un mar que se convierte en un cielo que juega con las minucias de un blanco que nos recuerdan a los claros de un día lluvioso. La franqueza del pintor nos enseña que nada es cierto, nada es definitivo.

El recorrido de la obra de Borrell sigue con la idea de jugar con los límites de los elementos pictóricos. La aparición de formas geométricas esposa la ambivalencia de presencia y ausencia, rompiendo con el vacío de los límites. Esta manifestación marca una constante significativa en las obras de Borrell y nos remite a la noción de un horizonte. La experimentación de los límites y las formas rectangulares, dan la bienvenida a los opuestos. El uso de la técnica del collage nos esconde todo lo que previamente es visible antes de ser ocultado. Deviene la revelación de un misterio.