No se trataría, pues, de una deshumanizada complacencia en el reflejo de seres humanos monstruosos, sino al contrario, en una reconstrucción de lo humano que tiene en cuenta lo desmedido. Ni utópico ni apocalíptico sino conmovido testigo de los gritos, del frío en todas sus formas y del dolor como denuncia del fracaso fundamental del alma y el cuerpo. Desde los violentos “cretinos” de los años setenta a los fantasmas figurativos y cromáticos de su memoria a comienzos del siglo XXI, cuarenta años nos contemplan y lo mismo hacen con la pintura y escultura de Guerrero, humanistas ambas porque aprehenden que el hombre es la criatura más desmedida hasta hoy conocida,...