Ansesa Ansesa

Las persistencias van repitiéndose, siempre a la búsqueda, y la exposición nos permite descubrirlas, comparando obras de diferentes épocas con elementos formales muy parecidos. Como, por ejemplo, las caligrafías que vemos en este cuadro, que han ido evolucionando desde una primigenia gestualidad que se introducía en el signo como una grafía, yendo más allá de la simple letra para convertirse en un símbolo, hasta llegar al último homenaje a su querido Joan Miró (obra número 15), donde el gesto se ha convertido en un "dripping" negro.

A Enric Ansesa no le ha preocupado nunca tener que acercarse a diferentes movimientos si de esta manera puede expresar mejor sus pensamientos. No debe sorprendernos encontrar en sus obras referencias al arte cinético, pop art, expresionismo abstracto, minimal, povera, conceptual o figurativo, pues estos no son sino recursos al servicio de una idea a expresar sobre un plano, casi siempre negro, como si se trataran de los diferentes tonos de una paleta. La suya es una obra fruto de su tiempo y, como tal, sabe de todas las corrientes artísticas del siglo pasado, que utilizará siempre que lo considere necesario, siempre que lo necesite.

Otra de las persistencias de Ansesa son los puntos, realizados con pintura acrílica a principios de la década de los ochenta se convertirán en agujas o caucho con los nuevos materiales, pero también conservarán intacto su mensaje. El punto es uno de los elementos formales que más ha trabajado y ha llegado a convertirlo en una abstracción dentro de la propia obra abstracta, un universo por sí mismo. Un punto surgido en ocasiones de la letra/signo/símbolo, en otras como una individualidad, pero también como parte de una multitud cuando se repite. Un punto como elemento metafísico y espiritual pero también como imagen de alguien concreto, con cara y ojos, nombres, apellidos y numeración. El punto como final pero también como principio. El punto cero de Malévich como uno de sus referentes.

Las obras de Ansesa desdibujan las fronteras entre pintura y escultura/objeto. Esta es una de las características de su producción artística que irá acentuándose con los años, una huida del concepto de cuadro como ventana, como mentira, hacia el cuadro como realidad, como objeto per se, como un elemento tangible. Un cuadro no es más que una superficie plana donde actuar. Francesc Miralles ya lo definió hace unos años con mucho acierto: “un conceptual que pinta”.

Aquella línea pintada que dividía por la mitad algunas de sus composiciones de los años setenta y ochenta evoluciona hacia la sutura bajo la influencia de los “concetti spaziali” de Fontana. Obras donde mediante tajos y agujeros realizados en las telas se buscaba la manera de huir de las dos dimensiones del cuadro y acercarse a las tres de la escultura pero sin alejarse de los elementos propios de la pintura, como el gesto. “After Fontana” es un nombre muy revelador para estas obras, que por muy poco no fueron colgadas al lado de los “concetti spaziali”, una propuesta que el crítico italiano Enrico Bellati no pudo llevar a cabo antes de dejarnos.

La misma sutura también se repetirá o multiplicará y avanzará hacia formas que nos recordarán las cerraduras de hierro medievales, transformando la superficie negra/oscura/lisa en imaginarias puertas que esperan ser abiertas. Una dualidad abierto-cerrado que el artista repite con otros parámetros a lo largo de toda su producción. Oscuridad y luz, sobriedad y sentimiento, materia y dibujo, o su favorita, orden y caos. La dualidad siempre presente, como eje vertebrador de la obra de Ansesa.

La última persistencia de la exposición son las cruces. Un icono repetido y trabajado con diferentes artistas contemporáneos, pero aquí las cruces están relacionadas con el “Cuadrado negro sobre fondo blanco”, el “Círculo negro” y la “Cruz negra” de Malévich. Obras de las que el propio Ansesa afirma siempre que el tiempo le ha hecho un favor añadiendo el agrietado a su pintura. Y con esto nos está diciendo mucho sobre su manera de entender el Arte. Al igual que aquel punto negro inicial, la iconografía de la cruz asimismo estará presente desde sus inicios. En un principio, como símbolo de negación, otras veces como un tributo al “padre artístico” Malévich, y a menudo como icono omnipresente de nuestra cultura cristiana y símbolo de la espiritualidad en Occidente. Otro de los componentes esenciales para acercarnos a su producción. Espiritualidad y reflexión.

El suprematismo de Malévich y sus teorías artísticas sin ningún objeto o figuración representada en el cuadro es el otro gran referente que encontramos en esta exposición. Hace ahora ya más de un siglo que Malévich llegó con sus pinturas suprematistas al punto cero, es decir, a la máxima abstracción. Un punto inicial donde todo está, un lugar imaginario donde confluyen arte, ciencia, espiritualidad, espacio y tiempo. Un universo en sí mismo que exige una participación del espectador no ya basada en el placer meramente estético producido por su observación sino que, gracias a la ausencia de cualquier elemento en el cuadro, lo enfrenta a una reflexión, a un razonamiento metafísico más elevado que el simple goce producido por el hecho de tener delante un objeto más o menos bonito. Aquí comienzan las obras de Ansesa, en la más pura abstracción.

Para Ansesa, los materiales utilizados no son más que un medio para expresarse y también para la búsqueda de una perfección formal, cada vez más cercana, al presentarnos sus propuestas. Acrílico, resinas, materia, agujas, objetos, leds y caucho, como vemos en esta obra, un políptico azul de grandes dimensiones realizado sobre caucho y de aspecto cinético, que nos invita a volar dejándonos llevar. “Todavía recuerdo el primer día que vi, en la entrada de una galería de Barcelona, aquella primera obra realizada en caucho, limpia, dentro de un simple rectángulo que la presentaba desnuda, desvestida de pintura, fantástica en su simplicidad y humana en su perfección gracias al acierto del material escogido. Era como aquel ángulo recto de 89 o 91 grados del que nos hablaba Eduardo Chillida, que parecía recto pero no lo era. Lo mismo pasaba con aquel material, que no era recto aunque parecía geométricamente perfecto. Era un paso más, un acercamiento hacia una obra definitiva que no deja de evolucionar.” Toni Álvarez de Arana

En la exposición encontramos, a modo de hilo conductor, una serie de obras de pequeño formato, como ésta. Se trata de unas medidas que el artista ha venido utilizando desde sus inicios y de las que posteriormente nacerán obras de mayores dimensiones. Podría pensarse que son meras preparaciones o estudios –como habría hecho un pintor clásico– pero no es el caso, pues que aquí hablamos de obras ya acabadas, cuidadas y absolutamente válidas, que al ser trasladadas a proporciones mayores adquirirán un aspecto casi totémico y a menudo desdibujarán las fronteras entre pintura y escultura/objeto.

Este pequeño formato nos abre las puertas a una evolución dentro del espacio delimitado que es la tela, un plano sin perspectiva donde todo es posible y a la vez todo es cuestionable, incluso el propio negro, que a medida que nos acompaña deja de ser un color para convertirse en una simple superficie donde trabajar, un soporte en el que el artista se siente cómodo para enseñar a los demás su particular visión del mundo que lo rodea. “Un cuadro ha de contener todo el universo en su interior”, como afirma el propio artista.

Después de estos cincuenta años de trabajo continuado pueden rastrearse en sus obras todas las persistencias. Ahora, las suturas se llenan de símbolos, las cruces tienen agujas y los estilizados puntos negros, realizados con pintura acrílica a principios de los años ochenta, se han transformado, como vemos en esta obra, en un grosor de materia mientras las redes de pensamiento se dedicaban a capturar caligrafías. Un conjunto de elementos que conforman su mundo, con un universo en cada obra, como a él le gusta.

En esta obra, una vez más, un pequeño formato apunta el nuevo camino a explorar. Ahora será mediante la luz que surge de los puntos de sus obras gracias a la ayuda de las nuevas tecnologías. Asimismo, nos avanza la próxima instalación que presentará en la Capella de Sant Nicolau, uno de los cuatro espacios de su Girona natal, junto con el Museu d'Art, la Casa de Cultura y el Museu d'Història, que también dedican este año un reconocimiento a su trayectoria.

Una magnífica bandera “estelada” tirada cierra esta exposición y representa a la perfección un convulso momento de nuestras vidas recientes. Casi podríamos hablar de esta pieza como de un documento histórico que, sin concesiones, cruda como la realidad, acaba el recorrido y nos devuelve a nuestro día a día. La exposición ha acabado.